Discurso pronunciado por el Teniente General Perón en la Confederación General
del Trabajo el 30 de Julio de 1973
Conversaba con uno de los dirigentes diplomáticos que
actuaron en el Congreso de Estocolmo, que se reunió para la defensa ecológica
de la Tierra;
porque el hombre ha comenzado a pensar que está despilfarrando los medios
naturales que no son infinitos, desgraciadamente, y que un día va a llegar en
que se va a quedar sin tierra, sin agua y sin aire, y entonces sí que la va a
pasar canuta, como dicen los gallegos. Indudablemente, este proceso el hombre
ha comenzado a verlo. Y yo conversaba con ese señor, un hombre de gran
ilustración, de gran capacidad y sobre todo de grandes conocimientos. Le
preguntaba qué sacaron en limpio de esa reunión, y me contestó:
“Extraordinario.
En primer lugar, allí no se habló de los países, se habló de la Tierra. Segundo,
nos dimos cuenta de que el mundo marcha hacia la universalización o hacia la
hecatombe: segunda enseñanza. Y tercera, nos dimos cuenta de lo estúpidos que
han sido los hombres que durante siglos han muerto por millones, defendiendo
unas fronteras que solo estaban en su imaginación”.
Frente a este imperativo de la evolución, nosotros
debemos pensar que quizás antes del año 2000, en que se doblará la actual
población de la Tierra
y disminuirá a la mitad la materia prima disponible para seguir viviendo, se va
a tener que producir, indefectiblemente, la integración universal. Es decir que
los hombres deberán ponerse de acuerdo en la defensa total de la Tierra y su utilización
como hermanos y no como enemigos unos de otros.
Además de eso, será necesario llegar a la solución del
problema de la superpoblación. En la
Tierra ya ha habido superpoblación; eso se ha producido en
algunas regiones, ya que obedece no sólo al número de habitantes, sino a la
desproporción entre el número de habitantes y los medios de subsistencia.
Las soluciones han sido siempre de dos naturalezas: una
es la supresión biológica, es decir, matar gente, de lo cual se encargan la
guerra, las pestes y el hambre, que es la enfermedad que más mata en la Tierra. La otra
solución es el reordenamiento geopolítico, que permite una mayor producción y
una mejor distribución de los medios de subsistencia.
Si el hombre, en lo que resta hasta el año 2000 y
comienzo del siglo XXI, no ha resuelto el problema por la vía geopolítica,
produciendo más y distribuyendo con mayor justicia lo que el hombre necesita
para subsistir, no quedará otro remedio que lanzar en masa la bomba atómica,
que también puede ser una solución si la insensatez de los hombres no ha
utilizado el camino constructivo y se han decidido por el destructivo.
Compañeros: estas son cosas tan claras que no es
necesario ser científico ni estar muy bien informado para comprenderlas. Basta
oírlas y conocerlas. Son cosas evidentes, como es evidente la verdad que habla
sin artificios.
Si ése es el problema, la universalización de la Tierra será el mejor camino
para la solución geopolítica. Es decir, para resolver el problema con una mejor
producción, mejor organizada y mejor distribuida, tanto de la comida como de la
materia prima, que van a ser las dos necesidades prioritarias en ese futuro ya
casi inmediato.
Si eso ha de hacerse, no se hará por sí solo, porque
estas cosas solas no se pueden realizar. Tendrán que ser realizadas por las
grandes fuerzas que orientan y manejan la transformación de la humanidad.
En este momento serían: el imperialismo yanqui, o el
imperialismo soviético, o un tercer mundo. Si esa integración universal la
realizara cualquiera de los imperialismos, la haría para su provecho, y no en
provecho de los demás. Solamente la conformación de un tercer mundo podría ser
una garantía para que la humanidad pudiese disfrutar de un mundo mejor en el
futuro. Pero para eso, ese tercer mundo tiene que organizarse y fortalecerse.
Hace ya casi treinta años, nosotros, desde aquí, lanzamos
la famosa tercera posición, que entonces cayó aparentemente en el vacío, porque
había terminado la guerra mundial y no estaba el horno para bollos. Se rieron
de nosotros. Pero han pasado veintisiete años desde entonces, y hoy las tres
cuartas partes del mundo pujan por estar en ese tercer mundo.
Estos son, compañeros, los grandes problemas. Los
pequeños problemas políticos en los cuales hemos estado empeñados hasta ahora
los argentinos, frente a estas acechanzas del futuro inmediato ¿qué importancia
pueden tener? Son asuntos pequeños y gallináceos, diríamos así, que andan a ras
del suelo. Es necesario pensar ya en grande, para el mundo, dentro del cual
nosotros realizaremos nuestro destino o sucumbiremos en la misma adversidad en
que sucumban los demás.
Hoy es necesario pensar de otra manera. Ya no se puede
pensar con la pequeñez de los tiempos en que todos querían disfrutar y ninguno
quería comprometer su destino ni su felicidad futura para asociarla a la de los
demás. Hoy eso es indispensable, porque en un mundo que no se realice, no habrá
país que pueda hacerlo, y dentro de esos países que no se realicen, no habrá
individuos que puedan lograrlo.
Trabajar hoy por la felicidad del hermano vecino es
trabajar también por la felicidad de todos los demás.
Pienso yo que ése es el camino de nuestra revolución. Si
nosotros entendemos eso, no habrá otra revolución que pueda estar sobre los
objetivos de la que nosotros defendemos, integrándonos en el continente
latinoamericano, que es el último que va quedando por integrarse. Todos los
demás lo han hecho. Europa se ha integrado ya casi en una asociación
confederativa política para defenderse de las acechanzas de ese futuro, que
ellos ven con una tremenda claridad. Se está integrando Asia, como se está
integrando África. Y nosotros vamos resultando el último orejón del tarro.
Ése es el empeño que debemos poner, en eso estamos. En
1948 realizamos un tratado de complementación económica en Chile, buscando
crear la comunidad económica latinoamericana, que pusiera en paralelo nuestros
intereses y uniera nuestros países. Tuvimos mucho éxito inicialmente; casi
todos los países latinoamericanos, excepto los cipayos conocidos, se unieron y
adhirieron a ese tratado de complementación económica.
Fíjense que lo hicimos en 1948, y en esto los apresurados
fuimos nosotros, porque Europa lo hace después, en 1958, en el Tratado de Roma,
diez años después que nosotros. Y ahora nosotros estamos veinte años más atrás
que ellos.
Indudablemente, nosotros caímos bajo la férula del
imperialismo yanqui, que no permitió a estos países unirse, y que ha estado
luchando siempre por separarlos y enfrentarlos entre sí, a fin de que esa
unidad no se produzca.
¿Por qué lo han hecho? Muy simplemente, porque ellos se
están quedando sin materias primas y están queriendo conservar como países
satélites a aquellos que tengan las grandes reservas de comida y materias
primas para esa superpoblación que está ya a 25 ó 30 años de distancia. Ellos
querrán que después nosotros trabajemos para darles a ellos de comer y para
darles nuestra materia prima. ¿Por qué? Porque los países súper desarrollados
son los pobres del futuro, y los países infra desarrollados serán los ricos del futuro, que tendrán la materia prima y la comida
suficiente.
Ahora bien, ésa es nuestra esperanza, pero
también es nuestro peligro, porque la historia prueba que cuando los grandes y
los fuertes han necesitado ambas cosas, salieron a buscarlas donde estén, por
las buenas o por las malas.
Por eso dije yo, hace ya veinticinco años,
que el año 2000 nos encontrará unidos o dominados, y cada día que pasa se
comprueba más esto.
Hace pocos días, en Medio Oriente amenazaron
a Estados Unidos con cerrarle el grifo del petróleo. El petróleo que produce
Medio Oriente es el 80 % del petróleo del mundo, de manera que si ellos cierran
la canilla, la industria norteamericana, que está toda montada sobre energía
basada en petróleo, tendrá un sacudón muy fuerte.
¿Cómo contestó Estados Unidos? El Senado de Estados Unidos contestó que
si eso hacían los árabes, Estados Unidos ocuparía el Medio Oriente. Eso lo van
a hacer; pero no sólo con los árabes: ¡lo van a hacer también con nosotros el
día en que necesiten y no tengan!


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