El submarino de Taber
Al hablar de los
antecedentes de la
Revolución de Mayo normalmente se mencionan las revoluciones
estadounidense y francesa. Y sobre estas últimas es necesario señalar que,
además de las novedades políticas que ambas introdujeron, una trajo aparejado
el primer ataque de un submarino a un buque enemigo y la otra el estreno de una
nave aérea durante un combate.
Efectivamente, el 7 de
Setiembre de 1776, un submarino estadounidense atacó un buque británico en el
puerto de Nueva York y, el 26 de Junio de 1794, la utilización de un globo en
tareas de reconocimiento permitió a los franceses obtener la victoria frente a
los austríacos en la batalla de Fleurus.
En 1810, inmediatamente
después de la instalación del primer gobierno patrio, el problema más grave que
enfrentaba éste era la tenaz oposición de la Banda Oriental. El
espionaje era moneda corriente en las dos orillas y no se descartaba un ataque
de los realistas desde Montevideo.
Por esos días arriba a
Buenos Aires, procedente de Amsterdan y embarcado en el navío mercante inglés
“Patty”, el ciudadano norteamericano Samuel Williams Taber, con intención de
radicarse en el Plata y dedicarse al comercio.
Taber tenía treinta
años, había nacido en la ciudad de Nueva York y pertenecía a una familia
acomodada de origen judío. Había arribado a Montevideo en diciembre de 1810,
pero al tomar conocimiento de la revolución porteña, optó por pasar a Buenos
Aires a efectos de aportar su esfuerzo a la causa emancipadora.
Se presentó
inmediatamente en el Fuerte, donde expuso a los miembros de la Primera Junta los
planos de un artefacto submarino que serviría para atacar a la flota realista.
Su invento era una especie de tortuga de madera con un taladro en la punta con
el que Taber pensaba perforar el casco de los buques enemigos en la rada de
Montevideo, a efectos de colocar allí los explosivos.
La Junta designó una comisión especial para que estudiara los
planes de Taber, integrada por Cornelio Saavedra y Miguel de Azcuénaga,
quienes, mediante un informe secreto, aprobaron la factibilidad de la idea y la
posibilidad de volar los polvorines flotantes de la armada española.
En menos de quince días
comenzó la construcción del conocido solamente como “proyecto Taber”, dado el
secreto de que se le rodeó. El mismo fue financiado enteramente por su
inventor. A poco de iniciarse los trabajos, el norteamericano fue enviado a la Banda Oriental en
calidad de espía, a efectos de estudiar in situ el ataque. Taber regresó a
Montevideo y se abocó a su misión realizando estudios de sondajes, corrientes,
etc.
El 26 de marzo de 1811,
junto con dos capitanes, dos subtenientes y un ingeniero, se disponían a huir
del puerto oriental en una pequeña embarcación con el resultado de su
espionaje, pero fue detenido, acusado de sobornar a marinos españoles. Cargado
de cadenas fue llevado a prisión, donde permaneció hasta el 25 de mayo de 1811,
en que, luego de muchas protestas, y mediante la intervención del cónsul
norteamericano, y la única condición de que se embarcara en el primer navío que
se dirigiera a los Estados Unidos y nunca más se inmiscuyera en los asuntos del
Río de la Plata,
fue liberado.
En agosto abordó la nave
que lo depositaría en su país natal. Pero Taber había decidido que su corazón
era de Buenos Aires, descendió del buque en Río de Janeiro e inició el regreso,
llegando a esta ciudad el 10 de septiembre de 1811.
Inmediatamente se
reunió con los miembros de la
Primera Junta para exponerles su plan, que consistía en
atacar con su invento una fragata y un bergantín españoles utilizados como
depósitos de pólvora amarrados en el puerto de Montevideo. La Junta aprueba el plan y
nombra a Taber capitán de artillería ad-honorem.
Fabricada la
embarcación, construida en madera, de entre ocho a diez metros de largo,
pintada de negro y marcada con una “T” en blanco, sus partes son colocadas en
un gran cajón de madera de pino, también marcado con una “T”.
El 21 de octubre de
1811 Taber solicita permiso para trasladarse a la Ensenada de Barragán con
todo el equipamiento a efectos de completarlo, armarlo y experimentarlo en
aguas del río. Esto era necesario porque el bajo calado de las aguas del puerto
de Buenos Aires hacía imposible la navegación del artefacto. Además, hubiera
llamado la atención de todos y no faltaría el soplón que informaría a los
realistas.
Jamás llegó a Ensenada,
porque antes que la pesada carreta tirada por bueyes iniciara su travesía, el
22 de septiembre de 1811, cayó la Junta Grande y asumieron Juan José Paso, Manuel
de Sarratea y Feliciano Chiclana.
A los miembros del
primer triunvirato les pareció arriesgada la idea del norteamericano y la
descartaron, a pesar de que Juan José Paso había integrado la Junta que aprobó el proyecto
de Taber. Jamás se supo adonde fue a parar el cajón con las partes del aparato.
Taber siguió durante
1812 con sus espionajes, ahora en Chile, y el 8 de noviembre de 1813 murió en
la estancia de su amigo Richard Hill, situada a 50 kilómetros de la
ciudad de Buenos Aires, víctima de la tisis adquirida en su prisión de
Montevideo. Legó todos sus bienes, según hizo anotar en su testamento, a la Junta Revolucionaria.
Los planos del submarino de madera desaparecieron, y la tortuga de Taber
jamás pudo participar de la
Guerra de la Independencia. Ninguna
calle o plaza recuerda a este visionario precursor que puso su vida y sus
bienes al servicio de su país de adopción.
Fuentes
Arguindeguy,
Pablo E. – Apuntes sobre los Buques de la Armada Argentina.
Tomo I, (1972).
Bauza,
Francisco – Historia de la Dominación Española en el Uruguay., (1929).
Destefani,
L. H. – Manual de Historia Naval Argentina. Efemérides – Patricios de Vuelta de
Obligado
Ellauri
Obligado, Gontrán – El Primer Submarino Argentino.
Turone,
Gabriel O. – ¿Un Submarino en 1810?
Villegas
Basavilvaso – Un Proyecto de Submarino en 1810, Boletín del Centro Naval.
Zappia, Paulo Antonio – Las Armas Secretas de la Primera Junta.

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